Finales y principios
No todos los viajeros son amigos · le contesté, pero era claro que el incomodo ?compañero? de viaje no dejaría de importunarme con sus preguntas, como un perro hambriento royendo un hueso en busca un poco de carne. Apilándose cual escudos rotos en una plaza de justas, mis negativas probaron ser enteramente ineficaces contra sus implacables intentos de conversación, hasta que su voz se unió al agudo sonido con el que el hambre se esforzaba en destruir mi mente, no pude mas, el ruido se volvió insoportable y perdí el control.
¡Basta!, · grité · ¿no ves que no me interesa?
Antes que las palabras terminaran de pronunciarse supe que había errado la decisión, que no debí perder la compostura ante un desconocido cuya terquedad rayaba en la sinrazón, pero era muy tarde ya, solo quedaba ver la respuesta en su rostro.
Discúlpeme, · dijo cortesmente y aun con esa inmutable sonrisa en su rostro · no creí importunarlo tanto, mi única intención era...
¡Pum!, un golpe ensordecedor se dejo sentir a través del carruaje y en un instante su bolso se encontraba en el piso, sangrando vino como un animal herido a la par que unos extraños, pero evidentemente frescos, frutos rodaban fuera del mismo. Mi rostro debe haberme traicionado pues mi interlocutor, si se puede llamar a lo que tuvimos una conversación, me ofreció con presteza una fruta que recogió del piso y una pieza de pan que sacó del bolso al levantarlo, lo tomé como poseído y antes de espetar un agradecimiento entre bocados me encontraba triturando la mitad del fruto entre mis dientes.
Tranquilo, pequeño amigo, · dijo burlonamente · hay mas de donde vino eso, no seria propio de un viajero morir antes de llegar a su destino.
No podré decir jamas si fue por agradecimiento o simplemente producto de la satisfacción de tener algo en el estomago, pero el resto del viaje se torno mucho mas ameno rápidamente, aprendí tras unos breves intercambios que Tnembla, un nombre sobre el que me arrepiento de no haber indagado mas,también se dirigía a la ciudad en busca de entrenamiento arcano y asumí inocentemente, como hacen las personas en su juventud, que esto significaba que tendríamos tiempo de conocernos mejor.
La conversación se prolongo de copa en copa y de hora en hora hasta que cayo la noche y entonces, como un magnánimo mecenas, nos procuro de su bolsa, que no parecía tener fondo,otras piezas de pan que acompañamos con un amargo pero agradable licor, cuando terminamos de cenar me ofreció unas piezas de pan para guardar y sintiéndome mas en confianza las metí descuidadamente en el saco que cargaba conmigo; en parte por la torpeza que con su magia el licor había conseguido incrustar sobre mis dedos pero principalmente por que el saco estaba mas lleno que la corte de un rey los días posteriores a su muerte, mi flauta cayo sobre el piso manchándose de rojo con el vino que se había derramado algunas horas antes.
¡Excelente!, un compañero interprete · dijo Tnembla alegre mientras comenzaba a golpear rítmicamente el piso del carruaje.
¡No!, no creo que se pudiera tocar esta basura aunque quisiera, · dije recogiendo raudo la flauta y guardándola en el saco · hace veintitrés años que no se toca.
Veintitrés años suena misteriosamente preciso, · dijo · ¿será que puedas decirme de que va la historia que te llevo a cargar una flauta que no tocas?, parece la herramienta de un verdadero maestro.
Bueno,· le dije · que mas da, ha pasado mucho tiempo desde la ultima vez que le conté a alguien sobre mi pasado.
Gracias · dijo mientras preparaba su pipa para escuchar mi historia.
Cuando cumplí quince años · comencé diciéndole · hice dos cosas: fui a visitar los restos de mi hermano gemelo y me separe de mi familia para siempre.
Visitar los restos de mi hermano fue lo menos trágico. A esa altura de mi vida ya se había vuelto una costumbre para mi, una tradición mas de la compañía de bardos nómadas en la que nací, ¡y vaya que tenían tradiciones!, pero de todas, cargar los restos pulverizados de nuestros familiares en la carreta fantasmal, como solíamos llamarla los jóvenes, era la mas desagradable.
La urna de mi hermano no sobresalía de ningún modo de entre las demás y si conseguí ubicarla rápidamente fue simplemente por costumbre, las palabras que adornaban la urna seguían igual que siempre, lacónicas pero verdaderas, en retrospectiva me hiere que todo el potencial de vida de un individuo se haya reducido a seis palabras: "Færacallad, Querido hijo y Amado hermano". No toleraba estar ahí, nunca lo hice, los recuerdos eran demasiado crudos.
Odiaba que su muerte fuera tan intempestiva, que en un minuto haya estado jugando conmigo en la tierra y apenas un minuto después estuviera tirado en el piso, revolcándose con un perno atravesándole la cabeza, la sangre recorriendo los canales de la pequeña ciudadela que habíamos construido con el lodo y su mirada clavada en mi mientras se perdía en un lugar al que ni siquiera puedo saber si llegaré un día. Detestaba que sus ultimas palabras hayan sido "Færecallad, ¿sabes donde quedó el pico?"
No dure mucho tiempo dentro de la carreta fantasmal, me limite a repetir las oraciones acostumbradas en voz alta como se me enseño y partí sin mirar atrás, desconsiderado de la memoria de quien fuera mi mas cercano amigo en algún tiempo e inconsciente de la tragedia que se cernía sobre nosotros.
¿Como?,· preguntó Tnembla ·interrumpiendo el relato · un perno, ¿los atacaron?, los pernos no andan por ahí volando nada mas.
Si,· le dije · no lo hacen. El perno lo lanzo un miembro de la compañía, Segeaus, y todo fue, según dijo: "un terrible accidente", "solo practicaba un hechizo"
Mi padre era influyente en la compañía, · continué · y aunque entonces no comprendía bien que pasaba tras bambalinas con el tiempo fue claro que el exilio fue un parteaguas en la comunidad, no fue el exilio mismo el problema, sino las condiciones en las que ocurrieron, Segeaus no era un miembro problemático, si cualquier cosa la opinión general era muy favorecedora para el, pero la muerte de un infante siempre enardece a las masas y aprovechándose de esto mi familia se aseguró que fuera despojado de todo y dejado a su suerte en el bosque por el que transitábamos a sabiendas de que estaba infestado de gigantes.
Siete años pasaron desde ese día y la tarde de mi cumpleaños numero quince Segeaus regresó para darnos la mas despiadada lección de misericordia que jamas se pudo imaginar, yo estaba con Herlskor, un anciano muy versado en las artes arcanas con el solía gastar mi tiempo por las tardes, aprendía de el encantadoras melodías mientras me contaba historias de hechiceros y otras tonterías, pero esa tarde no había melodías, era mi cumpleaños finalmente y Herlskor se dedicó simplemente a mostrarme como preparaba el espectáculo que se daría en la noche para festejarme.
Al llegar el ocaso, todo se fue al diablo, súbitamente una voz estridente y que no parecía tener origen en ningún lugar invadió el campamento, "Vel Karch!" fueron las palabras que resonaron en los oídos de todos nosotros, salimos corriendo de la tienda y sobre la fogata levitaba Segeaus, desnudo como lo dejaron en el bosque años atrás y con el rostro desencajado por el poder o la locura, o quizás las dos, Herlskor no titubeó ni un instante y me hechizó para protegerme, en un momento estaba petrificado y unos segundos después deje de poder ver mi propio cuerpo y fue entonces cuando comencé a ver lo que ocurría a mi alrededor, los gritos, la sangre, el absurdo, el campamento entero se levantaba contra sus habitantes, las carretas y las harpas por igual, todos los objetos que diariamente usábamos para diversión y sustento cobraron vida y como dominadas por la ira ciega de quien ha sido ofendido de modos que no puede siquiera comprender atacaron, al unisono y sin piedad alguna.
Algunos miembros de la compañía intentaron en vano desencantar los objetos y uno por un fueron sucumbiendo ante los embistes incesantes de las feroces aberraciones, antes de mucho los gritos apagaron y la que fue antes una cacofonía de lamentos y sollozos se convirtió en la lúgubre balada de la desesperanza, padres intentando rescatar a sus hijos y amantes siendo destrozados de las piernas mientras se entrelazaban por ultima vez con sus brazos.
La impotencia me destruía por dentro, mi inmovilidad me condenaba a observar todo, cuando estas petrificado no se pueden cerrar los ojos, y entonces con su ultimo aliento el único que sabia sobre mi se acerco y dijo: "esta es magia de Escalion, Færecallad, recuérdalo, solo así podrás vengarn...", ¡chomp!, su cabeza termino dentro de un cofre de un golpe y su cuerpo cayo rociando mi rostro de sangre y tiñendo mi visión de rojo carmesí.
Cuando todo termino y mi cuerpo regreso a ser victima de su propio peso, caí de rodillas, nunca sentí tal debilidad, la sangre seca sobre mi rostro se cuarteo cuando el ardor de mis ojos llenos de sangre me obligo a llorar como un niño de brazos, todo estaba perdido, solo estaba yo, dejando que el dolor se convirtiera en ira, la tristeza en venganza, como una enredadera asfixiando el árbol que le permitió crecer estos sentimientos me doblaron hasta que revolcándome en el piso entendí lo que ocurría, estaba muriendo, esa noche estaba muriendo Færecallad, esa noche en la que recibiría mi siguiente nombre estaba perdiendo el primero, se escapaba de mi como todos y todo lo demás, solo quedo el vacío de la vida que no fue.
La mañana siguiente solo estaba Tabin, Færecallad no sería mas, el aprendiz de bardo que no pudo salvar a su familia era solo una caricatura en mi memoria, ese día comencé a buscar la magia de Escalion, ese día mi hermano gemelo renació de sus cenizas, su nuevo nombre es Venganza.
El resto del viaje el silencio reino entre nosotros.